sábado, 11 de junio de 2011

Crónicas de verano. El bautismo

Llega el momento en el que los minúsculos placeres toman dimensión, se reivindican, dicen: aquí estoy yo. Un tinto de verano, un ramillete de sardinas o una caballa se convierten en un lujo asequible si se sazona con la cercanía del mar. De lujo. Y todo a pesar de los pesares de la crisis y de todo lo demás. El bautizo de verano siempre es un alivio. El mío, una vez más, en El Rinconcillo, claro, la maltratada por Gibraltar. Ahí sigue, por cierto. La playa digo, y Gibraltar también, por desgracia.

La gente, aún tímida por lo dubitativo del tiempo, se va acercando ya a las playas. Y ya se ven esas estampas playeras del sur que tanto en España dieron y dan que hablar. Cerca, como no, se coloca una familia completa, con tos sus avíos. Tipo Don Rosendo en Los cruzados. Más típico no lo hay. Sigue cayendo gente, unos van cargados como si fueran al París Dakar, otros, como yo, con una toalla, un buen libro y la cartera nos sobra.

En la orilla, un joven trío de catalanes, familia de exiliados, juega a las paletas y grita cada cosa que dice. Después somos los andaluces los escandalosos. No son horas, joé. La niña pava dice: "Me he manchado de chapapote". Me muerdo la lengua.

A la espalda, los chiringuitos comienzan a llenarse. Mesas de papel, camareros quejosos de profesión, cosas fresquitas, pescado de la Bahía y gazpacho antigermano. Toma ahí. Un niño come chanquetitos con su padre, al que mira perplejo cuando mete la pedazo de mano y coge un puñado que deja el plato tieso de pescaito. Un chaval lleno de tatuajes sale con un vaso ancho extrañamente lleno de café con hielos y, para moverlo, una cuchara sopera. Cada uno a lo suyo. La cuenta, por favor. Media de sardinitas, una de ensaladilla rusa, dos tintos de verano y pan, 12,50. Bar Sin nombre, en la misma arena de Rinconcillo.

Todos alrededor parecen estar disfrutando con esos primeros rayos de verano, ese en el que poblaciones tan deficientes en tantas cosas como Algeciras o Barbate pueden llegar a ser la envidia de otras sofisticadas (pongamos que hablo de Madrid) aunque sea sólo en unos días. Bienvenido Míster veranito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario